A MI MADRE ❤

10.5.15

Hoy festejamos el Dia de las Madres, y decidí abrir de nuevo este rinconcito lleno de recuerdos para hablar de la mia. El solo hecho de pensar en lo mucho que amo, admiro y respeto a mi mami, me pone la piel “chinita”, y me provoca derramar un par de lagrimitas, por ese inmenso amor que le tengo, y que le tendré toda la vida.

Se me vienen tantos recuerdos a la mente, cada vez que pienso en el momento más duro de mi vida; la enfermedad, y en cada uno de esos recuerdos esta mi madre acompañándome, sosteniendo mi mano, dándome su comprensión y amor, dándome lecciones cuando era necesario. Y aunque yo tenía miedo, mucho miedo, por todo lo que pudiera pasar, por el futuro incierto, por la incertidumbre, porque mi vida estaba cambiando; también sentí enojo, frustración y mucha tristeza, pero, al ver a mi madre, cada uno de esos miedos e inseguridades desaparecían. Es como si Dios le hubiera dado una infinidad de dones, como si le hubiera dado magia, para hacer mi vida más fácil, más plena y, sobre todo, más feliz.




 Recuerdo aquellas incontables noches, en las que mi madre cuido de mi cuando yo estaba en el hospital, en ese cuarto frio, obscuro, pero que ya era tan familiar para mí y para mis seres queridos. En aquel cuarto de hospital, nunca podía dormir una noche entera; siempre despertaba una o varias veces a la mitad de la noche. Recuerdo perfectamente que a mi lado izquierdo, estaba el sillón en el que mi mama dormía, o eso intentaba. Cuando yo despertaba por el insomnio, en aquellas noches, volteaba a ver a mi mama, y sin hacer ruido para que ella no despertara, la miraba... y la admiraba. Escuchaba su respiración, y muchas veces ese sonido me ayudaba a dormir de nuevo, pero cuando no podía hacerlo, pensaba en ella, y en lo que representa en mi vida y en la de mi familia... pensaba en ella y en todos los recuerdos que había guardado en mi mente y en mi corazón: mis días solitarios cuando era niña y ella me decía que yo nunca estaría sola, porque la tendría a ella; mi rebeldía en la adolescencia y todas las lecciones que con amor me dio para formar lo que ahora soy; el ejemplo que me ha dado durante toda mi vida, de trabajo, esfuerzo y pasión por lo que haces, ese ejemplo que he intentado seguir hasta la fecha; cada vez que me acostaba en su cama y veía como se arreglaba, y yo pensaba “quiero ser como mi mamá”; cuando ella fue la primer persona que se enteró que tenía novio en la secundaria, se emocionó igual que yo, pero también me formó; cuando me rompieron el corazón, y ella lo arreglo con cariños, comida y un bonito vestido.

MI MAMI, ANTES DE PELONARSE.
Tantos recuerdos pasaban por mi mente, y en aquellos momentos, le pedía a Dios que el  ver a mi madre acostada en ese sillón, no fueran los últimos. Le pedía a Dios, por esa segunda oportunidad para valorar aún mas todo lo que mi madre ha hecho por mí y por mi familia, le pedía que me diera más tiempo; tiempo para poder llevarla de compras a Nueva York, como tantas veces le había prometido desde pequeña; le pedía tiempo para poder meterme en su cama los domingos por la mañana, y abrazarla lo más que pudiera, para que no hubiera momento en la que ella no se sintiera amada por mí; le pedía fortaleza, para poder regalarle tantita a ella, como tantas veces ella me la regalo a mí. Y Dios me lo concedió, me dio una nueva oportunidad, me dio más tiempo, y nos dio más fortaleza. No salí de aquel hospital tan pronto como yo lo hubiera deseado, pero me dio muchos más recuerdos para guardar en mi corazón; dentro de ese mismo cuarto, obscuro y frio, viví con mi mama los momentos más sencillos, frágiles y humanos que pudiera haber vivido, vivimos juntas el dolor y el sufrimiento, quizá en diferentes circunstancias, pero como siempre he dicho: el dolor, es dolor y no se puede medir. Vivimos mano a mano los momentos más aterradores de nuestras vidas. Nos dimos fortaleza la una a la otra, cuando yo me sentía agotada y profundamente triste, ella se sentaba a mi lado y me decía ¿lloramos juntas?, y lo hacíamos, después del descanso del llanto, con esa mirada tierna y dulce me ayudaba a bañarme, para luego ver una película juntas y cenar hasta quedarnos dormidas.

YO, A PUNTO DE SER PELONADA POR MI MAMI.
Siempre he dicho, que el amor de una madre es lo más cercano al amor de Dios, es como si Él, desde el momento en que hay vida en el vientre, les regalara todos los dones, las hiciera más bellas, más fuertes, más inteligentes, más hábiles, más sensibles, más conscientes del amor de Dios para sus hijos. Pero para mis ojos, mi mamá ha superado cualquiera de las expectativas que se tienen para ser madre.

Mamita hermosa, esto no me basta para expresar todo lo que siento por ti, y ni una vida entera me va a alcanzar para agradecerte todo lo que has hecho por mí.
 TE AMO, CON TODO MI SER, CON TODA MI ALMA, CON TODO MI AMOR.

¡FELIZ DÍA DE LAS MADRES!

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