La verdadera enfermedad del mundo

14.7.13

Antes de mi diagnóstico, solía ver a la enfermedad como una total desgracia, como la peor de las cosas. La veía como debilidad, con ojos de lastima. La vi muchas veces con miedo, y a la vez me era indiferente. Vi a la enfermedad como una situación que muchas veces separa familias, destruye hogares, rompe corazones y aleja a las personas que más amas. Creí que la enfermedad era sombra y no luz. Creí que la enfermedad era depresión, y nunca amor. La vi con tristeza, y también la vi muy lejana. Me sentí intocable tantas veces, me sentí invencible siempre. Y creo que las personas ajenas a la enfermedad, también suelen ver a la enfermedad de esta manera, quizá no todo el tiempo, pero muchas veces llegamos a pensar que la enfermedad siempre era dolor, y nunca gozo. 

Y después enferme, y mis pensamientos cambiaron totalmente. 

No puedo decirles que saber que tenia cáncer me hizo la persona más feliz, no fue así. Cuando me dieron el diagnostico lo único que hice fue llorar en silencio, trate de ordenar todos y cada uno de mis pensamientos. Trate de ordenar mi vida en mi mente, y la verdad es que no lo logre. Cuando te dan un diagnostico así, es cierto que te cambia la vida. Pero NADIE puede asegurarte como te va a cambiar. 
Yo descubrí a Dios en la enfermedad, lo descubrí en una cama de hospital, y ha sido mi refugio desde aquel 11 de Agosto, me ha brindado más amor que nadie, encontré la calma y la serenidad que necesitaba y que tanto buscaba, pero que nunca encontré. El me dio todo cuanto necesitaba y suplió todo lo que me faltaba. Fue irónico, porque si bien mi cuerpo se debilitaba, eso es un hecho; pero mi corazón se fortalecía, y ni hablar de desarrollar la virtud de la Fe. 

Y poco a poco, fui comprendiendo la grandeza de Dios a través de mi enfermedad y de mi dolor. 

Fui entendiendo que en lo poco yo era MUCHO MUY feliz. Y a la vez sentía como si tuviera mucho. Por lo menos tenía todo lo que necesitaba. Y así fue como cambio mi manera de pensar. 

No hay día que pase, en el que yo no le agradezca a Dios todo lo que me ha dado, empezando por mi enfermedad. La enfermedad cambio mi vida, porque lo conocí a Él. Siempre he dicho que la enfermedad fue un pretexto de Dios, para que yo pudiera conocerlo a Él. 

En el proceso de la enfermedad, alguien me pregunto qué ¿porque no ofrecía mi enfermedad?, y esa pregunta se quedó muy grabada en mi mente. No entendía porque me hacia una pregunta así, y esa persona comprendió en mi mirada que estaba confundida, y me dijo que cuando una persona ofrecía su dolor, Dios sanaba más pronto ese dolor, o lo suplía por mas bendiciones, pero no solo eso, también era una manera de ser instrumento por las personas por quienes ofrecías tu dolor. Y como ya lo dije, se quedó muy grabado en mi mente y en mi corazón. Y a partir de ahí lo hice, ofrecí cada dolor, tanto físico como emocional, le ofrecí mi desesperación, mis frustraciones, miedos y preocupaciones. Le ofrecí todo lo que estaba perdiendo por la enfermedad, le ofrecí la angustia, le ofrecí el enojo que muchas veces llegue a sentir. Le ofrecí cada uno de mis malestares. Le ofrecí cada una de mis intervenciones en el quirófano, cada quimioterapia y cada proceso en el que mi cuerpo sufría y se desgastaba, y que a los ojos de los demás se ponía débil y frágil. 
Y tal y como me lo dijo esa persona, funciono. No les digo esto para que hablen bien de mí o crean que soy muy buena. Les confieso esto, porque ese pequeño consejo cambio mi vida.
Conforme yo iba ofreciendo cada uno de mis dolores y preocupaciones, Dios me iba multiplicando cada una de las bendiciones. Dios me iba dando todo lo que no pedía, pero que mi corazón necesitaba. Y no solo eso, cuando yo ofrecía mi dolor, Dios me quitaba mas rápido ese mismo dolor, me daba paz, me tranquilizaba; su amor me anestesiaba. Y esa ha sido mi mayor felicidad. 

Les hablo sobre ofrecer nuestro dolor, porque como algunos saben, fui a realizarme un tratamiento alternativo a otra ciudad, el cual fue extremadamente doloroso, aunque fueron solo algunos minutos, fue muy doloroso. Y ya hacía tiempo que no ofrecía un dolor tan grande, así que recordé lo que esa sabia persona me dijo, y fueron pasando los días, y el dolor disminuyo. Mi tranquilidad reapareció. Y por supuesto, mi Fe se engrandeció. 
También les hablo sobre como veía yo la enfermedad, y de como muchos la ven, porque la quimioterapia ya hizo de las suyas con mis rizos, y el cabello se ha caído, como tenía que ser. Y hace tanto tiempo que no sentía las miradas sobre mí, está claro que estoy enferma físicamente. Pero la verdadera enfermedad no es la física. Sino la enfermedad del alma, el egoísmo, la ignorancia, la conformidad, la mentira. La verdadera enfermedad está en las personas que no tienen amor en su corazón, y por lo tanto no pueden dar amor. 




No soy fuerte por mi cuenta, ni he encontrado la paz y la tranquilidad por mí misma. TODO HA SIDO OBRA DE DIOS.


Besos de una pelona que los quiere MUCHÍSIMO:
 

Pd. De nueva cuenta les pido sus oraciones, el martes vuelvo por mi siguiente quimioterapia.

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